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No todas las grasas son iguales: aprendé a diferenciar las buenas de las malas

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Durante mucho tiempo, la palabra «grasa» fue sinónimo de algo negativo: aumento de peso, colesterol alto y riesgo de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, los avances en nutrición muestran una realidad más compleja.

Existen distintos tipos de grasas, y algunas son fundamentales para el buen funcionamiento del organismo.

Las grasas que sí suman

Las grasas insaturadas —divididas en monoinsaturadas y poliinsaturadas— son consideradas beneficiosas por múltiples estudios. Ayudan a reducir el colesterol LDL (el “malo”), mejorar el HDL (el “bueno”), prevenir la disfunción endotelial y favorecer el rendimiento cognitivo.

¿Dónde se encuentran estas grasas buenas?

  • Aceite de oliva extra virgen
  • Frutos secos como nueces, almendras o avellanas
  • Semillas como chía, lino y girasol
  • Pescados grasos: atún, salmón, sardinas
  • Palta

Estas grasas no solo aportan energía, sino que también ayudan al cuerpo a absorber vitaminas esenciales como la A, D, E y K. Además, son parte fundamental de las membranas celulares.

Las grasas que conviene evitar o limitar

Por el contrario, las grasas trans, presentes en productos industrializados como galletitas, snacks, margarinas y frituras, están asociadas a un aumento del colesterol malo, disminución del bueno y mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. La recomendación médica es evitarlas lo más posible.

En cuanto a las grasas saturadas, presentes en carnes rojas, embutidos, fiambres, manteca, productos de panadería y quesos enteros, lo mejor es consumirlas con moderación. Según la Organización Mundial de la Salud, no deberían superar el 10% de las calorías totales diarias.

Reemplazar, no eliminar

Limitar las grasas menos saludables no implica eliminarlas por completo, sino buscar opciones más sanas. Por ejemplo, en vez de freír con manteca, usar aceite de oliva. O reemplazar una hamburguesa con queso por una ensalada con palta y semillas.

Comer grasa no es un problema. El problema es qué tipo de grasa comemos y en qué cantidad.

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