La famosa golosina que causó sensación en los 80 y 90, hoy busca cautivar nuevamente al público
«Mielcita» es una golosina que transporta a quienes la prueban a una etapa temprana del desarrollo del paladar, a una época en la que lo simple era complejo y lo básico era asombroso. Los niños de las décadas de los 80 y 90 siguen venerando esta golosina que representa una época de menor exigencia y gran placer gustativo.
Mielcita tenía algo de prohibido y desafiante al masticar el envoltorio de plástico, algo que hoy en día ya no se hace y que desaconsejan las operarias y la comisión directiva de la cooperativa Mielcitas.
Fundada en 1976, la fábrica Suschen, ubicada en Rafael Castillo, en La Matanza, fue una de las principales productoras de golosinas en Argentina. Entre sus productos más populares se encontraban las Mielcitas, el juguito Naranjú, los alfajores Suschen y las semillas Girasol.
En 2019, Mielcitas se convirtió en una empresa recuperada por sus trabajadores, siendo el 90 por ciento de ellos mujeres. En enero de 2020, se unieron para reactivar la producción en la planta y continuar elaborando el delicioso jarabe de colores rojo (frutilla), amarillo (limón) y verde (banana) que todavía tiene un público leal, aunque no al nivel de antaño, especialmente en playas y plazas.
Mielcita es considerada un elixir que transporta a un estado de disfrute sensorial. La fábrica comenzó en una esquina y ahora ocupa media manzana, motivo de orgullo para las integrantes de la cooperativa. Durante momentos difíciles en el país, como crisis económicas, Mielcita se convirtió en un producto popular debido a su precio asequible. La golosina retro se ha convertido en una «golosina del pueblo», consumida tanto por niños como por adultos.
La preparación de Mielcita involucra la utilización de una paila, donde se mezcla la glucosa con colorante y saborizante. Luego, se calienta gradualmente y se deja enfriar antes de ser envasada en pequeños sachets. La precisión y atención de las operarias son fundamentales para evitar pinchazos en el plástico y garantizar un producto de calidad. El plástico utilizado en los sachets de Mielcita es apto para consumo alimentario.
Las integrantes de la cooperativa Mielcitas destacan la importancia de la familia Lanza, quienes apoyaron a la fábrica incluso durante la dictadura y las crisis económicas. Mencionan cómo la fábrica llegó a cerrar en un momento debido a una deuda, pero luego fue reabierta por Miguel Horacio Lanza. Durante ese tiempo, las tiras de sachets de Mielcita adornaban la ciudad, y el sabor del jarabe de glucosa y la pelotita Naranjín estaban asociados a la nostalgia.
En la actualidad, la cooperativa Mielcitas ha tenido que reinventarse debido a la pandemia. Han enfocado sus esfuerzos en la higiene y recomiendan lavarse las manos tanto a los kiosqueros como a los consumidores. Mielcita se vende en bolsas de 50 unidades y su precio varía dependiendo del vendedor.
Las integrantes de la cooperativa han presenciado a pochocleros y vendedores ambulantes vendiendo las tiras de Mielcita a precios más elevados. La pregunta que surge es si el sabor de la infancia se encuentra en el pirulín playero o en la Mielcita urbana, o si ambos representan la misma inocencia perdida.
Mielcita evoca la sensación de ser niño, masticar el plástico y manchar la ropa sin remordimientos, sabiendo que mamá lo lavará. Es un recuerdo del pasado que sigue conectando generaciones, una muestra tangible de la argentinidad y una indulgencia accesible para cualquier melancolía.