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21 de noviembre de 2024

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Columna de opinión, por Esther Duflo and Michael Kremer

La economía, desde el punto de vista de los especialistas

Compartimos la columna de opinión sobre Economía Internacional. Para conocer más sobre los autores, hacé click en sus nombres.


La innovación puede tener un efecto profundo en nuestras vidas. Gracias a los avances tecnológicos que redujeron el precio de la energía solar casi el 90% entre 2009 y 2019, la transición a energías verdes está a nuestro alcance. Asimismo, la innovación agrícola ha ayudado a triplicar la cantidad de alimentos cultivados por hectárea desde 1960, reduciendo drásticamente el hambre a pesar, inclusive, de que la población mundial cuando menos se duplicó. Y la tecnología de vacunas ARNm ha salvado incontables vidas durante la pandemia del COVID-19.

Las sociedades han establecido diversos mecanismos para fomentar la innovación. Uno de ellos es el sistema de mercado: las empresas pagan por investigación y desarrollo con la esperanza de vender innovaciones y ganar dinero a cambio, y los inversores respaldan a las empresas si piensan que sus productos o servicios se venderán bien. El sistema de patentes alienta la I&D al impedir que las invenciones originales se copien. Y el financiamiento del gobierno sustenta la ciencia básica, que es esencial para impulsar la innovación, pero difícil de patentar.

Si bien estos mecanismos fomentan la innovación, no son perfectos. En algunas áreas, los incentivos para la inversión comercial son absolutamente insuficientes para lo que se requiere, y muchas veces no se atienden las necesidades de los pobres. Ciertas innovaciones, como las tecnologías de reducción de emisiones, benefician a todos menos al consumidor. Esto implica que su precio no refleja plenamente su valor para la sociedad, lo que reduce los incentivos de las empresas privadas para desarrollarlas. Otras innovaciones son difíciles de patentar y demasiado fáciles de replicar, lo que limita las potenciales recompensas económicas para los desarrolladores.

De la misma manera, hacen falta innovaciones que mejoren la manera en que los gobiernos brindan servicios esenciales, como la enseñanza de matemáticas a los niños o la protección de individuos y comunidades vulnerables del cambio climático. Pero, muchas veces, esas innovaciones son difíciles de monetizar.

Como resultado de ello, frecuentemente se ignoran las innovaciones destinadas a atender a los segmentos más pobres de la sociedad. Para movilizar inversiones en proyectos destinados a ayudar a quienes viven en la pobreza, ayudamos a crear fondos de innovación social en Estados Unidos y Francia. Development Innovation Ventures (DIV) en la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Fondo de Innovación para el Desarrollo (FID) en la Agencia Francesa de Desarrollo toman una página del manual del capital de riesgo, pero se centran en áreas que, hoy en día, están desatendidas.

Estos fondos identifican innovaciones que se pueden escalar, ya sea a través de agencias que las lleven a cabo u otros gobiernos, ONG o empresas privadas. Por ejemplo, las primeras inversiones relativamente modestas de DIV en educación dirigida en India ofrecieron la prueba de concepto necesaria que facilitó la expansión del modelo casi a nivel nacional por parte del gobierno de Zambia, con asistencia del gobierno de Estados Unidos. También demostró ser instrumental a la hora de garantizar 25 millones de dólares en respaldo filantrópico complementario para ayudar a escalar aún más esta innovación. Millones de niños en una decena de países africanos hoy recogen los beneficios de estos programas pedagógicos altamente efectivos.

Esta estrategia ha sido enormemente exitosa. Recientemente analizamos el impacto de los dos primeros años de inversiones de DIV, que incluyeron software para respaldar a los trabajadores de la salud comunitarios que brindan servicios básicos, dispensadores para el tratamiento del agua y anteojos para presbicia asequibles. Las innovaciones financiadas por DIV durante este período han llegado a más de 100 millones de personas y han generado al menos 17 dólares de beneficios sociales por cada dólar invertido. Esto representa una tasa de retorno social por encima del 143%, casi diez veces más que la meta inicial del 15% que se había fijado al inicio de DIV.

Como sucede, en general, con el capital de riesgo, un puñado de innovaciones “superestrella” responden por la mayor parte de los beneficios. Tanto en el caso del capital de riesgo como de los fondos de innovación social, la mayoría de las innovaciones tienen impactos modestos o no dan resultados, pero algunos éxitos relevantes pueden justificar toda la cartera y generar retornos. Nueve de las 41 innovaciones financiadas por DIV en sus dos primeros años llegaron a más de un millón de personas. Pudimos ponerle un valor en dólares a cinco de ellas. En 2019, estas cinco innovaciones generaron 281 millones de dólares en beneficios sociales, lo que representa un retorno 17 veces mayor sobre toda la cartera, incluyendo los costos administrativos.

Dado el riesgo de la inversión en innovación, siempre existe el miedo de que un fondo no sepa identificar a las superestrellas o se involucre excesivamente en proyectos mediocres o fallidos. DIV y FID tienen cuatro características fundamentales que les han permitido evitar esto y generar retornos robustos sobre sus inversiones.

Primero, DIV y FID son abiertos. Para identificar innovaciones prometedoras, ambos fondos son agnósticos respecto de dónde se produce el éxito, y tienden una red amplia entre sectores y entidades. Valoran las aplicaciones de investigadores, empresas del sector privado, ONG y gobiernos. Esto incluye a postulantes que muchas veces tienen dificultades para conseguir contratos con el gobierno, como aquellos que están radicados en países de bajos y medianos ingresos.

Segundo, para mantener una disciplina en cuanto a las decisiones de inversión, DIV y FID emplean una estrategia de financiamiento escalonado. En un principio, ofrecen volúmenes más pequeños de financiación para realizar y poner a prueba nuevas ideas prometedoras. Las innovaciones que han pasado por una evaluación de impacto rigurosa y han demostrado ser costo-efectivas luego son elegibles para un financiamiento adicional. Este modelo permite la experimentación a la vez que garantiza la relación calidad-precio.

Tercero, DIV y FID se basan en criterios rigurosos basados en la evidencia para seleccionar las innovaciones más apropiadas para una ampliación. Muchas veces utilizan evaluaciones aleatorias -la misma metodología usada para probar las nuevas vacunas- a fin de evaluar el potencial de los proyectos prometedores. Esto les permite a los investigadores medir el efecto de estas innovaciones en los ingresos, la salud, el alfabetismo y otros indicadores importantes.

Por último, DIV y FID complementan las inversiones comerciales en I&D. Las empresas privadas suelen invertir en innovaciones que generan beneficios sociales, pero, por lo general, solo si también esperan retornos comerciales. Por el contrario, DIV y FID se centran en innovaciones que arrojan beneficios sociales significativos, pero tienen una viabilidad comercial limitada. Los fondos de innovación social también pueden eliminar los riesgos de las poblaciones o geografías desatendidas, aportando inversión privada junto con subvención de capital. Esto hace que sus inversiones sean verdaderamente “adicionales”: invierten en proyectos que, de otra manera, seguirían sin recibir financiamiento del sector privado.

En un momento en que los presupuestos de asistencia están nuevamente bajo presión, una manera de maximizar el impacto del gasto es a través de fondos de innovación social abiertos, escalonados y basados en la evidencia como DIV y FID. La evidencia sugiere que estos fondos pueden ofrecer enormes retornos sobre la inversión y evitar malgastar el dinero. Al identificar, probar y rápidamente escalar la mayoría de las innovaciones prometedoras, ofrecen una herramienta poderosa para reducir la pobreza global y alcanzar otros objetivos socialmente deseables.

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